Inquisición, instrumentos de Tortura y pena capital.
La famosa colección de instrumentos de tortura, está expuesta en estos días en el antiguo Palacio de Minería en la ciudad de México (con una pésima museografía, que sin embargo, no desmerita el propósito de la exposición: los objetos hablan solos, dan cuenta de la monstruosidad del género humano).
Es aberrante constatar que técnicas de vejación, utilizadas desde el siglo XVI, siguen utilizándose; claro con sus correspondientes “mejoras” tecnológicas. Pero lo que indigna más es que, habiendo creído que la forma de los juicios inquisitoriales se había superado, está más vigente que nunca. Mr. Bush, vuelve a dejar su estela de azufre sobre el mundo legalizando esta infame crueldad.
¿A esto apuesta la derecha?, en tiempos de la inquisición se llamaba “herejía”, ahora se llama “terrorismo”, quien sea sospechoso de este “crimen” se atendrá a los caprichos genocidas del exterminador gringo. Antes era “en nombre de Dios”, ahora es “en nombre de la Ley (¡)” o para “proteger los derechos humanos” según la mente retorcida de Bush , la idea es justificar sus atrocidades.
Esta es una de las principales razones por las que el país vecino no suscribió el Estatuto de Roma, donde se crea la Corte Penal Internacional, para procesar a criminales por los delitos de genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad (sin cometer los errores de los Tribunales de Nuremberg, que desde el punto de vista jurídico violentaron el principio de legalidad). Jesse Helms, coautor de la Ley Helms-Burton, atacó a ultranza la creación de la Corte, haciendo un llamado a “aniquilar a ese monstruo”. Desde luego tenía que atacarla, de otra forma EU no tendría forma de destruir e invadir impunemente a sus países “enemigos”; ni tampoco aplicar extraterritorialmente sus leyes en franca transgresión a los principios del derecho internacional.
México tambaleó mucho sobre su adhesión definitiva a dicho Tratado -siendo el país número cien en ratificarlo- por su ya conocido servilismo al vecino del norte, pero a fin de cuentas acertó en su ratificación, este es uno de los contadísimos atinos del dopado Fox.
Esta exposición es una denuncia pública que alerta sobre uno de los más bajos instintos del hombre, la crueldad hacia sus congéneres. Imagino que en un sentimiento esperanzador se fraguó está exhibición, para que no se repita ese capítulo negro de la Historia, pero en un mundo en descomposición como el nuestro, parece que llega la Inquisición “reloaded”, gracias al fanatismo y ambición de baby Bush.
Es aberrante constatar que técnicas de vejación, utilizadas desde el siglo XVI, siguen utilizándose; claro con sus correspondientes “mejoras” tecnológicas. Pero lo que indigna más es que, habiendo creído que la forma de los juicios inquisitoriales se había superado, está más vigente que nunca. Mr. Bush, vuelve a dejar su estela de azufre sobre el mundo legalizando esta infame crueldad.
¿A esto apuesta la derecha?, en tiempos de la inquisición se llamaba “herejía”, ahora se llama “terrorismo”, quien sea sospechoso de este “crimen” se atendrá a los caprichos genocidas del exterminador gringo. Antes era “en nombre de Dios”, ahora es “en nombre de la Ley (¡)” o para “proteger los derechos humanos” según la mente retorcida de Bush , la idea es justificar sus atrocidades.
Esta es una de las principales razones por las que el país vecino no suscribió el Estatuto de Roma, donde se crea la Corte Penal Internacional, para procesar a criminales por los delitos de genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad (sin cometer los errores de los Tribunales de Nuremberg, que desde el punto de vista jurídico violentaron el principio de legalidad). Jesse Helms, coautor de la Ley Helms-Burton, atacó a ultranza la creación de la Corte, haciendo un llamado a “aniquilar a ese monstruo”. Desde luego tenía que atacarla, de otra forma EU no tendría forma de destruir e invadir impunemente a sus países “enemigos”; ni tampoco aplicar extraterritorialmente sus leyes en franca transgresión a los principios del derecho internacional.
México tambaleó mucho sobre su adhesión definitiva a dicho Tratado -siendo el país número cien en ratificarlo- por su ya conocido servilismo al vecino del norte, pero a fin de cuentas acertó en su ratificación, este es uno de los contadísimos atinos del dopado Fox.
Esta exposición es una denuncia pública que alerta sobre uno de los más bajos instintos del hombre, la crueldad hacia sus congéneres. Imagino que en un sentimiento esperanzador se fraguó está exhibición, para que no se repita ese capítulo negro de la Historia, pero en un mundo en descomposición como el nuestro, parece que llega la Inquisición “reloaded”, gracias al fanatismo y ambición de baby Bush.