Caritina y la Revolución Pacífica

Este fin de semana viajamos mi madre y yo a la ciudad de México. No sabía que ella tenía preparado el mejor fin de semana que he vivido en muchos años. Me acompañó a la prueba de mi vestido de novia, de donde salí como si me hubiera fumado un Bob Marley special: en las nubes.

En la noche, cuando el narcótico efecto no se me pasaba, me llevó a un fandango en Culhuacán. Ahí, Tlacotalpan en pleno: La Zafra y Siquisiri; los decimeros mayores; entre ellos Samuel Aguilera (el mejor poeta y repentista que he conocido). Harto torito de jobo, guanábana, café y cacahuate; me sentía en una sucursal de las fiestas de la Candelaria. Y para aumentar mi felicidad, esa noche la Zafra aceptó hacer un fandango en mi boda, sigo sin creerlo.

Al otro día fuimos a la Asamblea dominical del Peje, pude conocer los campamentos de la Resistencia civil pacífica. Gente de todo el país abarrotando el Zócalo y calles aledañas. Contra el mito urbano de que es una completa zona de desastre y que los campamentos están repletos de basura, pude constatar que ni mi patio está tan limpio. Y vaya, era domingo, la mayoría de los negocios del Centro Histórico capitalino estaban abiertos, los restaurantes llenos; los hoteles, a sus puertas, llenos de automóviles del año. Cadenas internacionales, como del grupo Inditec (Zara y demás tienditas españolas), Starbucks; Sheraton, etc., funcionando, con su buena clientela de “renegados”. Los campamentos están bien estructurados, tienen cocina, áreas de recreo; en algunos hasta sala de estar (con deliciosos chaise lounge). Hay casas de campaña con tinaco incluido.

Desde el Zócalo a Reforma es un corredor cultural e informativo; toda clase de expresión artística está representada: teatro, cine, pintura, escultura, poesía, música…, inclusive servicios médicos gratuitos.


La caminata culminó en el Monumento a la Revolución, donde mi madre tenía una cita decimera. Se armó de nuevo el huapango; esta vez por la Resistencia Civil, baila que baila, el Colás incluía en sus versos “voto por voto, el peje, el peje, casilla por casilla, el peje a la silla”. Las percusiones, que son el zapateado de las bailadoras, sonaban beligerantes. La lluvia no apagó el evento, nadie se movió, las gotas eran décimas que calaban en el ánimo de la gente.

Para terminar la tarde; Jesusa Rodríguez, los alumnos del Conservatorio Nacional, Dolores Heredia y Daniel Giménez Cacho, dirigidos por –el hermosísimo- Eduardo García Barrios, entonaron el coro de la Resistencia. Artistas acróbatas en la cima del Monumento. Se desplegaron las mantas: Hoy es 27 de agosto: Tribunal, estás a tiempo. Revolución Pacífica.

Todo este movimiento se me coló al corazón.

Y el día no nos daba para más, regresamos a nuestra ciudad; llevándome en el alma, igual que el título de esa canción: un vestido y un amor.